Una candidata, un presidente-candidato, dos estrategias, dos estilos, dos enfoques, dos estrategas, un debate, cinco ejes temáticos, varias propuestas inconclusas, diez interpelaciones, diez preguntas cerradas, achaques mutuos y solo un resultado: les fue tan bien como tan mal. Por un lado, a Luisa Gonzalez se esforzó en atacar los puntos débiles del “nuevo Ecuador” y en los presuntos casos de narcotráfico ligados a la candidato-presidente y miembros del movimento político ADN. Por otro lado, Daniel Noboa se centró es destacar los casos de corrupción del correismo y de la revolución ciudadana; así como, en alejarse de un pasado no tan distante.

En educación, González apostó por un Estado presente: más contrataciones, nombramientos definitivos y nueva infraestructura. Noboa planteó reasignar recursos de las cárceles para financiar desayunos escolares, implementar un sistema de becas y eliminar el examen de ingreso universitario.

Respecto a salud, Noboa prometió acabar con la corrupción, no generar más bonos estatales, pagar la deuda del IESS y enfocarse en empleo juvenil para aumentar las aportaciones. González propuso conseguir más afiliados desde la empresa privada, generar dos millones de empleos y declarar emergencia sanitaria.

En seguridad, González ofreció mano dura estatal, control fronterizo reforzado y mejor equipamiento policial. Noboa apostó por cooperación internacional, reformas al Código Penal, fortalecimiento de las fuerzas del orden y tecnología avanzada en aduanas.

Para la economía, Noboa defendió fortalecer la dolarización mediante mayores exportaciones, tratados comerciales y créditos. González propuso reducir el IVA, reactivar la inversión pública, convertir la banca pública en banca de desarrollo y ofrecer créditos con tasas preferenciales.

Sobre gobernabilidad, González llamó a la unidad nacional con todos los sectores, mientras Noboa habló de concertación, reformas constitucionales, nueva constitución y la eliminación del Consejo de Participación Ciudadana.

El debate mostró dos Ecuador posibles: uno anclado en las políticas del pasado reciente y otro que busca renovación sin romper completamente con las estructuras tradicionales. No hay ganadores ni tampoco perdedores, pero los electores ecuatorianos deberán decidir qué camino seguir en esta encrucijada histórica.

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