En Ecuador, cada 13 de abril rendimos homenaje a una de las profesiones más nobles que existe: la docencia. En esta fecha recordamos el natalicio de Juan Montalvo, uno de nuestros más insignes educadores, quien se caracterizaba por su lucha de pensamiento y por intentar alcanzar la tan anhelada justicia social. Conmemorar el Día del Maestro Ecuatoriano es más que un acto simbólico, es la oportunidad para reflexionar sobre el rol que cumplen nuestros docentes en la construcción de una juventud más independiente y un país más equitativo y consciente. Ser docente en Ecuador no es una tarea sencilla, pues la falta de recursos, la sobresaturación del sistema, las condiciones laborales y la burocracia en los trámites administrativos constituyen verdaderos retos diarios, además la constante presión por adaptarse a nuevos enfoques, tecnologías y exigencias sociales, hacen que la profesión cada vez sea más difícil de llevar. Pero no todo es queja, a pesar de las adversidades, quien decide dedicar su vida a la docencia asume con compromiso, entrega y pasión la misión de educar, de acompañar el aprendizaje de sus estudiantes, no solo en el ámbito académico sino también en su lado humano y ético.
Un verdadero maestro no es transmisor de conocimientos, es una guía, una inspiración y modelo a seguir. En cada espacio, aula de clases o modalidad de estudios hay un docente visto como un faro de esperanza para quienes ven en la educación una oportunidad de edificar un mejor futuro. Conmemorar el Día del Maestro también requiere la exigencia de sus derechos, reconocer sus logros y valorar su formación continua, su labor debe ser dignificada con acciones. No puede existir reforma educativa sin la participación del docente, ellos son los protagonistas de esta realidad.
En estos últimos tiempos donde la tecnología avanza a ritmos acelerados y se enfrenta a constantes desafíos como la desigualdad y discriminación, la figura del maestro es de vital importancia. Una educación crítica, inclusiva, humana y con sentido es la que debe preparar a las nuevas generaciones y debo decirlo, esa educación solo puede ser sembrada por docentes motivados, respetados y empoderados. Este 13 de abril honremos la vida de los maestros no con palabras, hagámoslo con compromiso. Que ese legado que nos dejó Juan Montalvo no se quede solo en la historia, sino que se convierta en el norte que nos inspire a elaborar políticas educativas coherentes y a cimentar un Ecuador que reconozca que sin maestros no hay educación.