Vivir en sociedad conlleva a que los seres humanos aprendamos a interrelacionarnos en armonía, por lo que nos toca compartir el mismo entorno, en donde existen vecinos “muy alegres” que cada fin de semana, organizan bailes a 90 decibeles y que no permiten a los demás habitantes, poder descansar luego de una ardua jornada laboral. El plan del Buen Vivir propuesto por el gobierno, también hace énfasis en la necesidad de controlar la emisión de ruidos, que puedan alterar el orden público e incluso la salud de las personas, afectadas por aquellos sonidos producto de la actividad humana y el ajetreo de la ciudad.

Las primeras normas para reducir el ruido en las áreas urbanas, datan de los siglos XV y XVI en Suiza, debido al escándalo que producían las carretas y caballos de la época, lo cual dificultaba conciliar el sueño a los habitantes. Y es que uno de los estragos de la contaminación acústica o sonora es que la gente no puede conciliar el sueño, por lo que al día siguiente, tiene problemas en el desempeño efectivo de sus labores. En nuestro medio es muy común, ver que cada fin de semana y sin previo aviso, los vecinos de vuestro barrio ponen música a todo volumen, pese a que la ley sanciona a aquellas personas que organizan bailes que irrumpen la tranquilidad del vecindario.

El sonido se mide en decibeles (dB), el oído humano solo puede tolerar hasta 60 dB diarios, pues, pasado ese número se corre el riesgo de problemas auditivos; por ejemplo, al estar en una discoteca la música suena a más de 90 dB. Hay estudios que demuestran que el sonido puede alterar la conciencia, eso explicaría porque muchas personas luego de salir de una fiesta o un concierto musical, se sienten un poco desorientadas sin necesidad de haber bebido alcohol. En las zonas urbanas es muy común escuchar el sonido de las construcciones, motos, buses, vendedores ambulantes, etc. Sobre todo, en las famosas “horas pico”, por tanto, esto amerita que los municipios busquen alternativas para reducir la contaminación sonora.

Dentro de este contexto, también debe considerarse la creación de parques industriales en las ciudades que todavía no cuentan con un espacio exclusivo para las fábricas. No obstante, a todo esto se suma un llamado de atención a la ciudadanía en general que acostumbra a tener celebraciones ostentosas en donde hacen un excesivo ruido, pues, el cambio empieza por uno mismo. Algo que no entendiendo hasta el sol de hoy, es que muchos individuos suelen quejarse de la falta de dinero o trabajo, pero (misteriosamente), tienen recursos económicos para adquirir equipos de sonido y festejar fiestas a lo grande.

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