Vivimos en un mundo cada vez más acelerado y complejo, donde la angustia y la ansiedad se han convertido en compañeras cotidianas para muchas personas.
La presión social y las expectativas son más intensas que nunca. Las redes sociales y los medios de comunicación exponen constantemente a las personas a imágenes de éxito y felicidad, lo que a menudo genera comparaciones y sentimientos de insuficiencia. Además, la incertidumbre económica y laboral es una fuente significativa de angustia en la sociedad actual. La globalización y la automatización están transformando el mercado laboral, lo que crea inseguridad sobre el futuro y las perspectivas profesionales.
Los jóvenes son especialmente vulnerables a estos sentimientos de angustia y ansiedad dentro de este complejo contexto. La presión académica es alta, con expectativas de logros sobresalientes en las escuelas, colegios y universidades. La competencia es feroz y el miedo al fracaso puede ser abrumador. La falta de experiencia en la vida adulta y la toma de decisiones pueden generar inseguridad y baja autoestima; por lo general, los adolescentes son los más propensos a sufrir estas recaídas emocionales, en las que es necesario el amor mutuo, el de la familia y un sostén sicológico especializado.
Las redes sociales también desempeñan un papel importante en la vida de los jóvenes. La necesidad de mantener una imagen perfecta en línea puede generar ansiedad y una constante necesidad de validación. La desconexión social, a pesar de estar rodeado de interacciones digitales, puede dar lugar a una sensación de soledad y aislamiento. La adicción a la tecnología, en particular a los videojuegos en línea, es una preocupación creciente y latente. Esta adicción puede tener graves consecuencias para la salud mental. La angustia y la ansiedad son respuestas naturales al estrés, pero en el mundo actual, su prevalencia y gravedad son preocupantes. Es fundamental que como sociedad se tomen medidas para abordar estos problemas. Esto incluye promover la educación sobre la salud mental, fomentar la empatía y el apoyo entre pares, buscando ayuda profesional cuando sea necesario.
Es imprescindible recordar que la salud mental es tan vital como la salud física. La angustia y la ansiedad no son signos de debilidad, sino respuestas humanas normales a un mundo complejo. Debemos trabajar juntos (familia y autoridades) para reducir el estigma en torno a estas situaciones y crear un entorno en el que los jóvenes se sientan seguros para buscar ayuda y apoyo emocional. Sin embargo, el amor profundo de la familia es la medicina más potente para sanar estas situaciones críticas.