La primera y más elemental como ingenua repuesta que muchos ecuatorianos darían a esta interrogante sería: ¿de qué nos ha servido la Asamblea Nacional para legislar y fiscalizar? ¡No se ha fiscalizado a los traidores de la Patria! Es lo que, persigo con la interrogante en escalar un poco más hondo y desbordar los análisis puramente formales y cívicos.

Siendo objetivos, empecemos reconociendo que la Asamblea Nacional sirve para elegir a su presidente, primer y segundo vicepresidente, comisiones especiales, representantes a otros organismos del Estado. Esto significa que a inicio de cada periodo los asambleístas vuelven a preocuparse de algunos aspectos relativos a la vida nacional y ellos mismos a ser sujetos de preocupaciones por parte de un buen número de los ciudadanos que los eligieron.

Pero en lo verdaderamente sustantivo, la Asamblea Nacional que termina su periodo el 14 de mayo 2025, solo ha servido como escenario para la negociación y la componenda política o como espacio de exhibicionismo personales; es el sitio donde se subastan conciencias, el lugar donde se logran concertar y garantizar para beneficio de los propios asambleístas y/o de sus propios familiares, determinados privilegios a cambio de votos y otras acciones políticas y personales.

La Asamblea Nacional se convirtió solo para para proferir amenazas con el simple ánimo de alcanzar impunidad en favor de los propios, determinados privilegios para dar el voto.

Es el escenario fórum para hacer gala de sonoros radicalismos verbales, muchas veces incompatibles con la conducta política de quienes los manejan. La Asamblea ha sido el sitio de encuentro de quienes dicen estar en desacuerdo en probar una determinada norma legal, pero que termina haciéndolo, muchas veces, por la lealtad de muchos asambleístas hacia quien gobierna el país y se cree que está, por lo mismo, en condiciones de atender sus demandas.

Los episodios vividos en lo que va el gobierno de turno, cuando en la Asamblea Nacional se produjeron las más inimaginables alianzas de partidos y movimientos políticos entre el gobierno, RC, PSC, y aliados que, hasta meses antes, eran los más encontrados adversarios, dicen muy claramente hasta dónde se es capaz de llegar en ese empeño por avasallar principios, degradando la política y alimentando la desconfianza del pueblo en la actividad de los partidos y movimientos políticos del país. Es lo que nos ha dejado la Asamblea Nacional del 2024 y lo que va del 2025.

Frente a la situación descrita, no es el caso formular reproches a nadie; pues, en nuestro país, hasta podría decirse que la política consiste en hacer eso que acabamos de anotar. Lejos de perder el tiempo, en recriminaciones, quizás debería pensarse en favorecer la actitud de quienes, preocupados por lo que acontece en el Ecuador buscan hoy trazar una estrategia distinta que evite la reproducción del clientelismo y las transacciones deshonrosas presentes de la Asamblea Nacional y en otros espacios de la política. En tal dirección, hay que dar lugar a una solución de aquellos problemas sustantivos que verdaderamente afligen a la sociedad ecuatoriana.

¿Cómo mejorarla? Con una nueva Constitución.

Anterior Noticia

Siguiente Noticia

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Publicaciones Relacionadas