La transformación de las redes sociales en la última década ha sido mucho más profunda de lo que podríamos imaginar a simple vista. Lo que comenzó como plataformas basadas en conexiones directas entre usuarios se ha convertido en sofisticados sistemas de predicción y manipulación del deseo, un fenómeno que merece nuestra atención y análisis crítico. Este cambio fundamental en la forma en que operan las redes sociales representa una revolución silenciosa en cómo consumimos contenido y, más importante aún, en cómo se moldean nuestros intereses y deseos.

El cambio más significativo radica en el abandono del modelo basado en seguidores por uno basado en intereses predichos. Esta transformación no es casual, responde a la comprensión de que los usuarios evolucionan, sus intereses cambian, pero raramente actualizan sus conexiones digitales de manera consciente. El resultado es una brecha entre lo que el usuario “sigue” y lo que realmente le interesa, una brecha que las plataformas han decidido llenar con algoritmos predictivos cada vez más sofisticados.

Este fenómeno, conocido como la “tiktokificación” de las redes sociales, representa un cambio de paradigma en la distribución de contenido, donde ya no importa a quién sigues, sino qué te podría interesar según los patrones de comportamiento que el algoritmo detecta. Por ejemplo, si un usuario ocasionalmente se detiene a ver videos de cocina italiana, aunque no siga específicamente a ningún chef o cuenta de cocina, el algoritmo comenzará a mostrarle más contenido relacionado con pasta, risottos y gastronomía mediterránea. Incluso si este usuario originalmente creó su cuenta para seguir contenido de moda, el algoritmo priorizará mostrarle contenido culinario porque sus patrones de interacción (tiempo de visualización, likes, comentarios) indican una preferencia no declarada por este tipo de contenido. Esta es la esencia de la “tiktokificación”: el contenido te encuentra a ti, no tú al contenido.

Lo más fascinante y perturbador de este sistema es su capacidad para no solo satisfacer deseos existentes, sino para crearlos y moldearlos. Como sugiere Jacques Lacan, el deseo no es algo inherentemente personal o auténtico, sino algo que se construye socialmente. Las redes sociales han aprovechado esta realidad para convertirse en ingenieras del deseo, mostrándonos no lo que queremos, sino enseñándonos qué deberíamos querer.

Un aspecto particularmente revelador es el comportamiento de estas plataformas cuando detectan que un usuario se está alejando. La analogía con una relación tóxica es sorprendentemente precisa, cuando el usuario se distancia, las tácticas se vuelven más agresivas y manipuladoras. Los algoritmos recurren a contenido más provocativo, shocking o incluso cercano a lo pornográfico en un intento desesperado por recuperar la atención del usuario. Esta escalada en la intensidad del contenido revela la naturaleza adictiva y manipuladora de estas plataformas, que priorizan la retención de usuarios por encima de la calidad de la experiencia o el bienestar del usuario.

Con el avance del machine learning, es probable que estos sistemas se vuelvan aún más sofisticados y menos transparentes. Esta evolución de las redes sociales representa un cambio fundamental en cómo interactuamos con la tecnología y cómo esta nos moldea. Ya no somos simplemente usuarios que eligen su contenido; somos sujetos en un experimento masivo de ingeniería social algorítmica. La pregunta que debemos hacernos no es solo qué queremos ver en nuestras redes sociales, sino cómo estas están transformando lo que queremos y quiénes somos.

En última instancia, esta transformación de las redes sociales refleja un cambio más profundo en nuestra sociedad, la creciente influencia de los algoritmos en la formación de nuestra identidad y nuestros deseos. Como usuarios, necesitamos desarrollar una comprensión más crítica de estas dinámicas y, quizás, comenzar a cuestionar hasta qué punto estamos dispuestos a permitir que nuestros deseos sean moldeados por algoritmos que, en última instancia, sirven a intereses comerciales más que a nuestro propio desarrollo personal y social.

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