En los últimos años, hemos presenciado un auge significativo del coaching motivacional y los gurús del éxito en Latinoamérica. Este fenómeno, lejos de ser una tendencia pasajera, revela problemáticas profundas en nuestra sociedad contemporánea que merecen un análisis crítico.

El coaching motivacional actual se sustenta en una premisa controversial: la idea de que el éxito o el fracaso económico dependen exclusivamente de la mentalidad individual. Esta narrativa, popularizada por influyentes figuras en redes sociales y prominentes coaches de negocios latinoamericanos, promueve la idea simplista de que la pobreza es una elección personal, una afirmación que ignora y minimiza las complejidades socioeconómicas de nuestra realidad. En sus populares conferencias y seminarios, estos gurús del éxito difunden un mensaje que reduce las barreras sistémicas y estructurales a simples “excusas” que pueden superarse únicamente con la actitud correcta y una mentalidad enfocada en el éxito.

Ante la proliferación de estas prácticas, resulta necesario abrir un debate sobre la regulación de la industria del coaching motivacional. Si bien el desarrollo personal y la búsqueda de mejora son aspectos valiosos, es preocupante la falta de estándares y supervisión en un campo que influye directamente en la salud mental y el bienestar económico de las personas. Los métodos empleados por algunos de estos mentores, que incluyen técnicas de persuasión intensiva y promesas de resultados extraordinarios, plantean interrogantes éticos significativos. Se requiere establecer un marco regulatorio integral que no solo fije estándares profesionales, sino también mecanismos legales de protección al consumidor que permita procesar a quienes conscientemente comercializan promesas irreales o “venden humo”. Esto no solo beneficiaría a quienes buscan genuinamente orientación para su desarrollo personal, sino que también contribuiría a legitimar las prácticas profesionales serias en este campo, diferenciándolas de aquellas que pueden resultar perjudiciales para individuos en situación de vulnerabilidad.

Este fenómeno se enmarca en un contexto histórico específico. Desde la década de 1970, con el surgimiento del pensamiento neoliberal y el concepto “TINA” (There Is No Alternative – No Hay Alternativa), acuñado durante el gobierno de Margaret Thatcher para defender el libre mercado como única vía posible, se ha consolidado una narrativa que privilegia las soluciones individuales sobre las colectivas. Este principio TINA sugiere que el capitalismo de libre mercado es el único sistema económico viable, descartando cualquier alternativa social o económica. Es revelador que el período de mayor crecimiento económico en la historia moderna (1930-1970) coincidió con las tasas impositivas más altas sobre la riqueza, un dato que contradice muchas de las premisas actuales sobre la creación de prosperidad.

La proliferación del coaching motivacional también puede interpretarse como un síntoma de la “muerte del futuro” en el imaginario colectivo. Mientras que en décadas anteriores la sociedad podía imaginar futuros optimistas y transformadores, hoy predominan las visiones distópicas. Ante la aparente falta de alternativas sistémicas, muchas personas recurren al pensamiento mágico y las soluciones individualistas que prometen estos gurús. Un aspecto particularmente problemático es la tendencia de este movimiento a negar o minimizar realidades científicas cuando estas contradicen su narrativa de crecimiento infinito. Esto se evidencia especialmente en su relación con temas como el cambio climático y la sostenibilidad, donde la evidencia científica choca frontalmente con las promesas de prosperidad ilimitada.

La solución no radica en rechazar completamente la importancia del desarrollo personal, sino en reconocer que los problemas sistémicos requieren soluciones sistémicas. Como sociedad, necesitamos recuperar la capacidad de imaginar y construir alternativas colectivas que vayan más allá del simple éxito individual. El verdadero progreso, tanto personal como social, comienza con la capacidad de enfrentar la negatividad y los problemas de manera honesta. Como sugiere la filosofía hegeliana, “solo los obstáculos le dan sentido a los propósitos”. En lugar de escapar hacia el pensamiento mágico, necesitamos desarrollar una comprensión más matizada y realista de cómo el éxito individual se entrelaza con las estructuras sociales y económicas más amplias.

El desafío actual va más allá de criticar la cultura del coaching, debemos construir narrativas honestas sobre el progreso personal y colectivo. Es momento de recuperar la capacidad de imaginar futuros alternativos que sean tanto inspiradores como realistas, donde el esfuerzo individual y las soluciones colectivas trabajen en armonía para un verdadero desarrollo social. Solo así podremos transformar el optimismo tóxico en cambios significativos y sostenibles para nuestra sociedad.

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