Desde que Ecuador adoptó la dolarización en el año 2000, el país ha experimentado un cambio drástico en su estabilidad macroeconómica. Si bien en sus inicios fue una medida de emergencia para contener la grave crisis financiera de finales de los años 90, hoy la dolarización se ha convertido en un pilar fundamental para la economía ecuatoriana. Más allá de las ideologías políticas, fortalecer la dolarización no es solo una opción, sino una necesidad para garantizar la estabilidad, el crecimiento y la confianza en el sistema financiero del país.
Uno de los principales beneficios de la dolarización ha sido la eliminación del riesgo de devaluación de la moneda. En las décadas anteriores, Ecuador sufría constantes crisis debido a la inestabilidad del sucre, que se depreciaba a niveles alarmantes. Con la dolarización, el país ha logrado que la inflación se reduzca significativamente, alcanzando niveles comparables a los de economías más estables. Además, la estabilidad del dólar como moneda ha permitido que los inversionistas y ciudadanos confíen en el sistema bancario, reduciendo la fuga de capitales y promoviendo el ahorro e inversión.
Si bien la dolarización ha sido una herramienta de estabilidad, no está exenta de desafíos. Al no tener una moneda propia, el país pierde la capacidad de emitir dinero y ajustar su política monetaria, lo que lo hace dependiente de la cantidad de dólares que ingresan al país a través de exportaciones, remesas, inversión extranjera o deuda. Así mismo, sin la posibilidad de imprimir dinero, el gobierno debe ser extremadamente disciplinado en sus gastos, evitando caer en déficits fiscales elevados que requieran endeudamiento insostenible.
A lo largo de los años, distintos sectores políticos han planteado la idea de desdolarizar la economía ecuatoriana como una alternativa para recuperar la soberanía monetaria. Sin embargo, las experiencias de países que han intentado regresar a su moneda tras una dolarización han sido en su mayoría fallidas, generando hiperinflación, crisis de confianza y desajustes económicos graves.
Ecuador no puede darse el lujo de caer en este experimento riesgoso. Independientemente del gobierno de turno, es importante que la clase política entienda que la dolarización es un elemento clave para la estabilidad del país. En lugar de debatir su eliminación, el enfoque debe estar en fortalecerla a través de políticas que impulsen el crecimiento económico, mejoren la disciplina fiscal y fomenten la atracción de inversiones.
El fortalecimiento de la dolarización debe ir de la mano con reformas estructurales que aumenten la productividad, reduzcan el déficit fiscal y promuevan la generación de dólares en la economía. En este sentido, más que un debate político, la dolarización debe ser vista como una política de Estado que trascienda gobiernos y garantice el bienestar de los ecuatorianos.