La campaña electoral 2025 en Ecuador está marcada por una estrategia de comunicación que se ha vuelto un arma de doble filo: el uso masivo de bots en redes sociales. Estos “robots digitales” no solo están moldeando el debate público, sino que también están distorsionando la percepción de la ciudadanía frente a los candidatos y propuestas políticas. ¿El peligro? Que terminemos votando por un robot, no en sentido literal, sino por figuras políticas cuyas narrativas se construyen en gran medida desde algoritmos y cuentas falsas, alejadas de la realidad.

Los bots, o cuentas automatizadas, han inundado plataformas como Facebook, Twitter, Instagram e incluso WhatsApp. Su función principal es amplificar ciertos mensajes: comentar, reaccionar y compartir publicaciones para que estas adquieran una visibilidad artificial. De este modo, logran posicionar tendencias y opiniones que, aunque parecen masivas, no representan el verdadero sentir de la población.

A través de estos mecanismos, los bots se convierten en un poderoso instrumento para difundir desinformación, atacar o desacreditar a oponentes políticos y construir una falsa sensación de apoyo popular hacia determinados candidatos. Para los ciudadanos que no contrastan la información, es fácil caer en esta trampa y asumir como verdad lo que se muestra en las pantallas.

El problema no es solo técnico, sino profundamente ético y político. Los bots no solo están manipulando la narrativa electoral, sino que también erosionan la calidad del debate público. Cuando las redes sociales se llenan de ataques, fake news y discursos prefabricados, la ciudadanía pierde la capacidad de discernir entre lo real y lo fabricado.

El riesgo de “votar por un robot” no es una metáfora alarmista, sino una advertencia sobre el poder que las estrategias digitales tienen para influir en las decisiones de la ciudadanía. En la campaña electoral 2025, el verdadero desafío no será solo elegir entre candidatos, sino hacerlo con criterio propio, despojados de la manipulación digital.

La democracia no puede ser un algoritmo ni una suma de interacciones falsas. Es un espacio para el pensamiento crítico, el debate respetuoso y las decisiones informadas. En este contexto, el mayor acto de resistencia ciudadana será reconocer y enfrentar el impacto de los bots, para que el voto sea un reflejo de la voluntad humana y no de un programa automatizado.

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