El triunfo de Daniel Noboa en sus declaraciones de 5 a 8 minutos, mantenía latente los caminos a seguir, los objeticos quedaban pendientes. El ascenso de Daniel Noboa a la presidencia de Ecuador 2025 representó, más que una victoria electoral, una ruptura generacional y simbólica en la política ecuatoriana. Noboa, joven empresario y figura relativamente nueva en la política, captó el deseo ciudadano de cambio.
Su campaña fue eficiente en plantear caminos: habló de innovación, de modernizar la economía, de atraer inversión, de fortalecer la seguridad, de proyectar un país abierto al mundo. Se mostró como el gestor pragmático que el país necesitaba para salir de la crisis. Sin embargo, tras su triunfo, queda claro que ha delineado rutas, pero no ha establecido objetivos precisos que definan el modelo de país que pretende construir.
¿Qué significa esto? Caminos: Hay discursos sobre la reactivación económica, sobre combatir la violencia, sobre reformar sectores como educación y salud. Hay propuestas de acción, aunque todavía fragmentadas, más enfocadas en la táctica inmediata que en una visión estratégica.
Falta de objetivos claros: Hasta ahora, no se ha presentado una propuesta coherente de qué tipo de Estado se busca construir, qué clase de democracia se quiere fortalecer, qué modelo económico se propone consolidar. ¿Un Ecuador más equitativo? ¿Uno más competitivo? ¿Uno más centralizado o más descentralizado? Estas preguntas aún no tienen respuestas claras.
Los riesgos de trazar caminos sin definir objetivos, conlleva a la gestión puede volverse reactiva, enfocada en apagar incendios más que en transformar estructuras. Se corre el riesgo de la dispersión de esfuerzos y de la desilusión social si no se logran cambios concretos.
El desafío pendiente: Para que el gobierno de Noboa no sea recordado solo como una promesa generacional fallida, es fundamental que pase de ser el presidente de los caminos al presidente de los objetivos. Debe liderar un gran acuerdo nacional que defina hacia dónde va Ecuador en materia de educación, salud, democracia, seguridad, economía y justicia social.
El triunfo de Daniel Noboa marcó una ruptura generacional en la política ecuatoriana. Su llegada al poder simbolizó el deseo de cambio frente a una estructura política agotada. Noboa ha trazado caminos: ha hablado de modernización, seguridad, inversión y reformas sectoriales. Sin embargo, aún no ha definido claramente los objetivos de ese “nuevo Ecuador” que prometió.
Se plantean acciones, pero falta una visión estratégica sobre qué tipo de Estado, democracia y economía se quiere construir. Sin esos objetivos claros, existe el riesgo de que su gobierno quede atrapado en la improvisación, actuando más por necesidad que por convicción.
El gran desafío de Noboa no es solo gobernar, sino liderar un proyecto nacional que dé sentido y dirección al esfuerzo colectivo. Para que su generación no sea recordada solo como una promesa incumplida, necesita pasar de ser el presidente de los caminos al presidente de los objetivos.