La promesa del libre mercado se presenta como un sistema económico ideal donde la competencia determina el éxito y los consumidores tienen el poder absoluto de elección. Es una narrativa que ha dominado el pensamiento económico durante décadas, pintando un cuadro de mercados autorregulados que benefician tanto a compradores como vendedores. Sin embargo, un vistazo a la realidad económica global revela profundas contradicciones entre esta teoría y su aplicación práctica.
El caso de Huawei ilustra perfectamente esta dicotomía. La empresa china había logrado superar a Apple en ventas globales de teléfonos inteligentes, ofreciendo productos competitivos a precios más accesibles. En un verdadero libre mercado, esto representaría un éxito basado en la competencia y preferencia del consumidor. Sin embargo, la respuesta fue diferente, Estados Unidos implementó restricciones que efectivamente bloquearon a Huawei en uno de los mercados más grandes del mundo.
Esta situación nos muestra cómo las potencias económicas tienden a promover el libre mercado cuando les beneficia, pero recurren al proteccionismo cuando sienten amenazados sus intereses. Otro ejemplo reciente es la decisión del gobierno estadounidense de bloquear la venta de una empresa nacional de acero a compradores japoneses, citando razones de seguridad nacional.
El patrón se repite globalmente, los países desarrollados predican el libre comercio a naciones en desarrollo mientras mantienen barreras selectivas en sus propios mercados. Esta dinámica sugiere que el libre mercado funciona más como una herramienta retórica que como una práctica real.
Las grandes corporaciones y naciones económicamente poderosas entienden esta realidad. Utilizan regulaciones, subsidios y barreras comerciales cuando conviene a sus intereses, mientras promueven la desregulación en mercados donde buscan expandirse. Es una estrategia que podríamos llamar “libre mercado selectivo”.
Los consumidores y pequeñas empresas, que deberían beneficiarse de una competencia verdaderamente libre, a menudo encuentran que las reglas del juego cambian cuando empiezan a amenazar los intereses establecidos. El caso Huawei no es único; representa un patrón más amplio en la economía global.
Esta realidad nos invita a reconsiderar nuestra comprensión del libre mercado. En lugar de aceptarlo como un ideal absoluto, podríamos reconocerlo como lo que es, una herramienta económica que se aplica selectivamente según los intereses de quienes tienen el poder para definir las reglas del juego.
La lección no es necesariamente que el libre mercado sea inherentemente negativo, sino que su aplicación en el mundo real dista mucho de la teoría económica. Entender esta diferencia resulta indispensable para desarrollar políticas económicas más realistas y equitativas.