El artículo de opinión lo baso hacia una visión de país, cuya transformación no puede limitarse a cambios superficiales o reformas aisladas; requiere un compromiso profundo con la justicia social, la equidad y la participación ciudadana. Un nuevo orden social debe estar basado en el respeto a los derechos humanos, la transparencia institucional y una distribución más equitativa de las oportunidades. El desafío está en convertir esta visión en una realidad política y social que inspire confianza, unidad y sentido de propósito colectivo.
Esta afirmación resume un anhelo nacional profundo: la necesidad de reconstruir las bases del país desde una mirada ética, inclusiva y crítica. No se trata solo de cambiar gobiernos, sino de transformar estructuras, visiones y prioridades. Este nuevo orden social debe manifestarse concretamente en áreas fundamentales como la educación, la democracia y la economía.
En Educación, nuestro país no puede aspirar a un nuevo orden social sin una reforma educativa profunda. La educación debe dejar de ser vista como un simple mecanismo de instrucción técnica para convertirse en un proceso liberador que forme ciudadanos críticos, éticos y comprometidos con el bien común. En el nuevo Ecuador, el sistema educativo debe ser inclusivo, intercultural, laico y orientado a la formación del pensamiento autónomo. Solo así se puede preparar a las nuevas generaciones para sostener una democracia real y construir una economía con rostro humano.
La democracia en el nuevo Ecuador debe superar la visión reducida de las urnas. La participación ciudadana debe ser constante, activa y deliberativa. Es imprescindible fortalecer las instituciones, garantizar la transparencia y erradicar la impunidad. Pero también es necesario educar para la democracia: formar a las personas en valores cívicos, en el respeto a las diferencias y en la defensa del Estado de derecho. Un nuevo orden social solo será posible si la ciudadanía se reconoce como protagonista y no como espectadora del devenir político.
La economía del nuevo Ecuador debe orientarse al bienestar colectivo, no a la acumulación de unos pocos. Esto implica repensar el modelo de desarrollo, fortalecer la economía social y solidaria, garantizar el acceso a derechos económicos básicos como trabajo digno, salud, vivienda y seguridad social. La justicia económica es una condición para la paz social y para una gobernabilidad legítima. No habrá nuevo orden sin redistribución, sin políticas públicas que corrijan las desigualdades estructurales que arrastra el país.
El nuevo Ecuador no puede nacer de la improvisación ni del cálculo político, sino de un compromiso colectivo con la justicia, la dignidad y la vida. Un orden social renovado exige valentía para romper con viejas estructuras de poder, imaginación para construir nuevas formas de convivencia y ética para sostenerlas. La gobernabilidad no será posible si no se funda en la confianza ciudadana, y esta solo se gana con hechos, con políticas que humanicen la educación, que dignifiquen la economía y que devuelvan la democracia a las manos del pueblo. Hoy, más que nunca, necesitamos una ciudadanía activa, crítica y comprometida, capaz de construir, desde lo cotidiano, el país que merecemos. El nuevo Ecuador no es un sueño lejano: es una urgencia histórica y una responsabilidad compartida.